“Tapas” es el tercer niyama propuesto por el sabio Patanjali para que los estudiantes de yoga puedan manejar de manera adecuada y equilibrada su energía consigo mismos y también con el mundo que los rodea.
La palabra Tapas suele traducirse como “disciplina” o “esfuerzo”, pero su traducción literal es “calor” o “ardor”. Proviene de la raíz TAP, que significa “quemar”, “calentar”, “consumir”, de lo que se puede deducir el significado de “consumirse en el fuego de la práctica, donde quemaremos nuestras impurezas y de donde saldremos transformados”.
Tapas es pasión, compromiso y dedicación. Es disciplina apasionada y desinteresada en cuanto a sus frutos.
Tapas es pasión, compromiso y dedicación. Es disciplina apasionada y desinteresada en cuanto a sus frutos. Tiene que ver con el elemento fuego, que transforma para siempre todo lo que toca. Pero también tiene que ver con el compromiso que debemos tener con aquello que nos apasiona realmente. Apostar apasionadamente por lo que buscamos, comprometiéndonos de verdad ya que, muchas veces, nos cuesta ser sólidos, pacientes y persistentes con nuestros deseos.
De esta manera, tapas nos conecta con una práctica regular de yoga, y nos hace tomar conciencia de lo que comemos y bebemos y -por extensión- de todo aquello con lo que entramos en contacto física, mental y energéticamente. Entonces, se refiere a una disciplina muy concreta en nuestros hábitos diarios, pero con una clara intencionalidad de desarrollo interior. En pocas palabras, no es lo mismo practicar âsana para obtener un cuerpo más atractivo que hacerlo para evolucionar espiritualmente.
Ahora bien, uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la claridad mental es el que Patanjali llama âlasya, que es la indolencia, entendida como una falta profunda de entusiasmo. Es bastante común sentir esto más de una vez a lo largo de la práctica de yoga: intentar alcanzar una postura durante días y que se haga realmente difícil conseguirla, estar perezoso, sentirse desanimado, etc. Precisamente por eso, Tapas es uno de los niyamas que los practicantes que no están inmersos en una comunidad yóguica más incumplen, lo que genera un círculo vicioso porque, muchas veces, la misma falta de práctica es la que provoca más y más desanimo y pereza. ¿Te pasó alguna vez?
Uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la claridad mental es el que Patanjali llama âlasya, que es la indolencia, entendida como una falta profunda de entusiasmo.
En esos casos, quizás lo mejor sea frenar, intentar no sentirse culpables por descuidar la práctica, respirar, y tratar de recordar qué es lo que nos hizo elegirla alguna vez. Aunque eso haya sido hace tiempo y en circunstancias de la vida muy diferentes a las actuales, seguramente exista un punto al que podamos volver para encontrar esa motivación original que nos llevó a la práctica y nos descubrió un nuevo mundo.
En mi caso, cuando me cuesta subirme al mat, trato de reconectar otra vez con las sensaciones que tuve la primera vez que practiqué yoga (¡Hace 13 años ya!) y que me hicieron volver a mi alfombra de yoga día tras día, año tras año: Calma, alegría y gratitud.
Gracias!